La población de estos insectos imprescindibles para la vida del planeta ha caído en las últimas décadas, entre otros motivos debido al cambio climático, el uso de fitosanitarios agrícolas, las señales de los teléfonos móviles y enfermedades como la varroasis
Seguro que se han hecho alguna vez esta pregunta: ¿Existiría
el planeta Tierra sin la raza humana? Sin consultar fuente alguna, me aventuro
a responder que “sí” y, además, a hacerlo con rotundidad. Incluso me atrevo a
decir que sería un mundo mucho mejor. El hombre es un ser inteligente, capaz de
hacer cosas bellas, de progresar. Pero de su mano también llegan la mayoría
de los desequilibrios. Baste un solo ejemplo, la búsqueda de fuentes
energéticas y su combustión, para explicar uno de los fenómenos más negativos
que sufre el planeta: el calentamiento global y el cambio climático.
Y precisamente el cambio climático, y más concretamente la
sequía y la desertización, son una de las circunstancias que explican la disminución de la población de abejas en todo el mundo. Este año la falta de
lluvias ha provocado que en julio, a mitad de campaña, la producción de miel en España cayera un 70%. La sequía obliga a las abejas a trabajar más para
conseguir alimento y ese esfuerzo acorta considerablemente su vida. Y sin
ellas, sin ese ser tan pequeño pero tan bien organizado, no habría mundo. Es
probable que lo hayan aprendido en la escuela o, como yo, en un documental. Si
vimos el mismo, recordarán cómo un grupo de jardineros chinos intentaba imitar
el trabajo de las abejas, prácticamente desaparecidas de la zona. Con unas
plumas, se afanaban en polinizar los árboles frutales. ¡Difícil reproducir artificialmente la labor
de estos insectos!
La sequía también afecta a la producción de miel. |
Si el hombre es capaz de
hacer cosas bellas y de progresar, las abejas hacen cosas perfectas. Observen
las celdas de una colmena. Hacen cosas imprescindibles: mantienen el equilibrio del planeta con su poder polinizador, de flor en flor y como si no quiere la cosa... Así que cuando su
población cae, lo sufrimos todos. De hecho es una de las causas, entre otras
muchas, que explican que el oso pardo cantábrico y el urogallo estén en peligro
de extinción. Las abejas desaparecen, no polinizan y eso provoca que retroceda el hábitat donde viven ambas especies. Por eso el Fapas (Fondo para
la Protección
de los Animales Salvajes) puso en marcha
un proyecto para incrementar la superficie arbolada y de sotobosque de
arandanera y así aumentar el área de alimentación y refugio de ambas especies.
Es otro de los efectos de
la falta de la polinización. Pero, ¿cuáles son las causas que explican el
descenso de la población de abejas? Aparte del cambio climático, ya citado, otra
es el uso de tratamientos fitosanitarios por parte de los agricultores. Probablemente
vayan destinados a otras especies agresivas para los cultivos, pero lamentablemente acaban llevándose por delante
a las abejas. Entre las posibles alternativas, recogidas en un informe de la Consejería de
Agricultura de Murcia, están realizar los tratamientos en horas de escasa
actividad de las abejas y fuera de las épocas de floración. En caso de que no
hubiera otro remedio porque las plagas o las enfermedades amenacen la cosecha,
utilizar insecticidas inocuos para la especie. También evitar que se vean
afectadas zonas cercanas, sobre todo si hay colmenas, y, por supuesto,
decantarse por la agricultura ecológica, que prescinde de este tipo de
tratamientos. A los apicultores también se les aconseja que informen a los
agricultores cercanos y que tengan en cuenta el radio de acción de las abejas a
la hora de instalar sus colmenas.
La varroa. |
Otra de las causas de su
descenso es la varroasis, una epidemia que afecta a las abejas melíferas y que
es provocada por un ácaro (varroa) que las parasita y absorbe su hemolinfa, su
sangre. Esta plaga iniciada en Filipinas provoca la pérdida de colmenas y es
una de las mayores amenazas para las explotaciones apícolas. A España llegó en
los años 80 y, desde entonces, los esfuerzos se han centrado en el control del
parásito, ya que su erradicación es muy difícil.
Por si fueran pocas las
amenazas, hay investigaciones que apuntan a que los teléfonos móviles y las
antenas de telefonía también son nocivos para las abejas. Las señales que
producen estos dispositivos durante una conversación desorientan a los insectos
hasta llevarlos a la muerte. En presencia de un teléfono, las abejas producen
con el zumbido de sus alas hasta diez veces más ruido del que hacen en
condiciones normales, lo que es interpretado por la colonia como una señal de
alarma que urge a abandonar la colmena. La colonia se desorienta sin remedio,
lo que acarrea trágicos resultados para sus miembros.
Móviles, varroasis, cambio climático u otros
motivos. Los apicultores salmantinos no tenían muy claro qué provocaba la
mortandad de las abejas y la merma de su productividad. Este mismo año la asociación que los aglutina ha
puesto en marcha una novedosa investigación para dar con las causas de un
problema que se ha venido agravando desde 2004. Consiste en la implantación de microchips
en el tórax de las abejas. Estos dispositivos informan sobre cuándo entra y
cuándo sale cada una de ellas y, en caso de que no vuelva a la colmena, por qué
ha muerto.
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