Las figuras del buey y la mula llegaron a los Nacimientos con San Francisco de Asís en el siglo XIII y, desde entonces, se mantienen en esta representación iconográfica navideña. ¿Seguirán en ella tras afirmar el Papa que los Evangelios no citan a ninguno de estos animales en el portal? Hoy les damos las claves... por algo somos un blog de agricultura, medio rural y ganadería
“¿Cómo que no hay buey ni mula en el Belén?”. Ésa fue mi
primera reacción tras oír las primeras noticias sobre el contenido del último
libro del Papa, ‘La infancia de Jesús’ (publicado en España por Editorial Planeta). Sí, podríamos definirla como de
indignación, porque dejaban los elementos rurales del Nacimiento en ‘suspensión
de pagos’. Sentí una indignación suavizada, eso sí, con un toque de
escepticismo o, más bien, de ‘cansinismo’. De algún modo intuía que la noticia
se había quedado con lo anecdótico sin profundizar en los conceptos que
planteaba Benedicto XVI. Y así fue.
El Pontífice había hecho un análisis de las Sagradas
Escrituras y, de acuerdo con el relato de los evangelistas, había llegado a la
conclusión de que en el portal no hubo buey ni mula (él prefiere un asno).
Joseph Ratzinger señala que en la Biblia “no se habla de animales” en el lugar
donde nació Jesús, pero al tratarse de un pesebre, “el lugar donde comen los
animales, la iconografía cristiana captó muy pronto este motivo” y “colmó esa
laguna”. Vamos, que los ‘inventores’ del Belén pensaron “¿qué hay en un
establo?”, “animales”, se respondieron. Y la imaginación hizo el resto. Porque
podían ser cerdos, ocas o cabras, dando aliento y calor al pequeño Hijo de
Dios, pero pensaron que mejor un buey y una mula. Perdón, un asno.
Normal que no faltasen los animales en los primeros belenes,
teniendo en cuenta que en los orígenes del belenismo está un gran protector de
la naturaleza: San Francisco de Asís, patrón de los animales y el ecologismo.
La primera celebración navideña en la que se montó un belén para la
conmemoración del nacimiento de Jesús fue en la Nochebuena de 1223, realizado
por San Francisco de Asís, en una cueva próxima a
la ermita de Greccio
(Italia). Y,
curiosamente, la escena no fue representada con figuras, ni con personas, pero
sí con animales. Probablemente –esto es cosecha mía- de ahí proceda la
tradición de incluir la mula y el buey.
Pero antes de la celebración en Greccio, existen
antecedentes de la representación plástica del nacimiento de Jesús en los
orígenes del cristianismo, en las catacumbas y lugares de culto cristiano. Los
antropólogos e historiadores relacionan las figuras del Belén con las Venus
prehistóricas, las tanagras griegas y el culto romano a los dioses del hogar
también representado con pequeñas figuras con forma humana.
Por tanto, después de siglos de historia belenista, no creo
que cambien las costumbres de los aficionados a este arte. "Con todo el
respeto y cariño hacia el Papa Benedicto, los belenistas seguiremos haciendo
los belenes con bueyes, mulas y pastorcillos”, explica el belenista Vicente
Rodríguez, en una información publicada en el Diario de Cádiz. Nadie va a tirar
figuritas a la basura ni los vendedores van a dejar de venderlas. Entre otras
cosas, porque si nos tomásemos al pie de la letra las Escrituras, habría que
cargarnos también al Rey Baltasar, como añade Rodríguez: “Hay muchas cosas que
no vienen en los evangelios, pero sí han perdurado por una tradición, como la
presencia de los tres Reyes Magos. (…) Tampoco eran tres ni eran reyes, sino
sabios, y se fijó en tres su número para plasmar de forma simbólica los tres
continentes entonces conocidos".
2 comentarios:
Me gustó.
Los que repiten los titulares resumidos por "interesados" son los que terminan haciendo el asno.
Un beso.
Una cosa es la ciencia y otra la tradición y el cariño. Yo no puedo dejar fuera del Belén mi buey (creo que es una vaca, es de Coladilla, en la montaña de León y por ahí abundan las vacas) y mi mula, con esa mirada tan dulce y acogedora.
Camino.
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