El invierno cargado de lluvias y nieves ha anegado campos de labor y retrasado las tareas agrícolas hasta bien entrada la primavera. Incluso algunos cultivos, como la remolacha, se han visto amenazados.
El tulipán. Probablemente no haya flor tan bella como
efímera. Cuando te descuidas, ya se ha deshojado y marchitado. Pero este año
pensé que ni las iba a ver. Normalmente florecen en febrero o marzo. Sin
embargo, salieron en abril, eso sí de manera profusa, como si cumplieran a
rajatabla el mandato bíblico de creced y multiplicaos. Pues bien, yo creo que
lo que les pasó a los tulipanes es un reflejo de lo que les está ocurriendo a
las plantas en general. Este invierno incansable, que parece no querer
abandonarnos ni a finales de abril, ha provocado un retraso en la llegada de la
primavera.
Lo vimos en el Valle del Jerte: el blanco espectáculo de la
floración de los cerezos llegó tarde, en abril, cuando suele hacerlo en marzo.
Y lo vemos en los árboles y arbustos que ornamentan las ciudades y los campos;
después del letargo que ha supuesto un invierno que no ha parado de descargar
lluvias y nieves, ahora es cuando se cargan de flores.
Si hace un año los agricultores miraban al cielo pidiendo
agua y confiando en que las reservas de los pantanos diesen para todos, ahora
se desesperan comprobando como los ríos se han desbordado o están a punto de hacerlo.
A estas alturas ya muchos han perdido sus cosechas anegadas por las lluvias o no
han podido entrar en los campos de labor. Las precipitaciones han ahorrado
riegos, es verdad, pero también han retrasado -o arruinado- las labores del campo.
Mientras en las últimas semanas, al menos en esta zona del
noroeste de Castilla y León, los agricultores se afanan por recuperar el tiempo
perdido, y aran, abonan, fertilizan y tratan las parcelas de cereal a
matacaballo, hay cultivos que están seriamente amenazados. Es el caso de la
remolacha. A estas alturas, hay zonas de Castilla y León donde todavía no han
acabado de recoger la cosecha de la anterior campaña. De hecho, las lluvias paralizaron
la recogida y llevaron a algunas azucareras a cerrar temporalmente hasta que
“escampase el temporal”. Cuando a abril ya sólo le queda un suspiro, algunos
agricultores ya han renunciado a sembrar remolacha porque no llegarán a tiempo
a la próxima campaña. Estamos casi en mayo y cada día que pasa se traduce en
pérdidas de producción, ¿para qué sembrar en estas condiciones? A esto hay que
sumar la desmotivación de algunos productores con este cultivo.
Ahora queda la incógnita de saber si tras las abundantes precipitaciones
llegarán cosechas y producciones abundantes, aunque se traduzcan en un tormento
para los alérgicos al polen. Nos queda comprobar si al ‘Año de Nieves’ le sigue
realmente un ‘Año de Bienes’.
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