domingo, 8 de enero de 2012

EL PASTOR, ¿UN OFICIO DE CUENTO?

Unas ovejas pastan en un bucólico paisaje en el sur de Inglaterra.

Hubo una época en mi vida en la que quería ser pastora. Lo decía con absoluto orgullo y convencimiento, con la iluminación del que descubre su camino en la vida. Mis padres se sonreían al saber de mi vocación, seguramente pensando “pero esta chica, ¿de dónde habrá sacado esa idea?”. En realidad, la idea me llegó con no más de siete años, a raíz de leer unos cuentos candorosamente ilustrados con imágenes de pastorcillas con preciosos vestidos del siglo XVIII. Las serranillas tenían a su cargo tres corderitos, no más, a cada cual más blanco y siempre tocados con un lacito en la cabeza. Evidentemente, mis padres y allegados tenían otra concepción, la real, la del pastor que a duras penas sabe leer y escribir porque tuvo que dejar la escuela para ocuparse no de tres corderitos, sino de decenas de ovejas, y para hacerlo no en un paisaje de suaves laderas bajo un sol brillante, sino en condiciones climáticas tirando a extremas, siempre al raso y acechados por el lobo. Consiguientemente, los que me querían se burlaban de tal futuro para su algo torpe, pero aplicada hija.

Unas pastoras de cuento.
 Mi imagen de pastora es la misma que debió tener la Reina María Antonieta, quien quizá algo cansada de sus esfuerzos por caer bien en la corte francesa y hastiada de tanto lujo y opulencia, mandó construir una aldea en Versalles. Su paraíso pastoril consistía en un conjunto de primorosas casitas de adobe en torno a un lago, a imitación de las granjas del País de Caux, en Normandía. En los jardines del Petit Trianon, concebido para ser ocupado por las favoritas de Luis XV (primero Madame Pompadour y luego Madame du Barry), jugaba con sus damas de compañía a ser “una humilde pastorcilla”. En Chateau de Versailles nos recuerdan que el poblado llegó a ser “una auténtica explotación agrícola, dirigida por un granjero, cuyos productos abastecían las cocinas del Palacio”. Vamos, que su idea no fue tan peregrina, sino que sin comerlo ni beberlo, y después de ser canon de medida para las copas de champán, María Antonieta se convirtió en lo que hoy llaman una mujer emprendedora. Aunque probablemente los revolucionarios franceses no pensaban lo mismo…

La Aldea de la Reina.
Los cuentos y el escenario bucólico de los juegos de la monarca nos demuestran que el oficio de pastor no estuvo tan mal visto en algunos momentos de la historia. Otro ejemplo son las Serranillas -entre ellas, las del Marqués de Santillana-, aunque éstas eran más rústicas, agrestes, algo casquivanas y bastante brujillas. Tampoco estaban mal vistos, sino todo lo contrario, en la Biblia. Así tenemos a David, todo un héroe; a los pastorcillos de Belén, un ejemplo de sencillez, de fe y de entrega a Dios; por no hablar de Jesús en su dimensión de pastor, capaz de dejar a todo un rebaño por auxiliar a una oveja descarriada. Y Heidi, ¿qué era Heidi si no una zagala feliz? Con este background, ¿cómo no decantarse por tan noble oficio?

Un pastor de Belén (también de cuento).
Muchas revoluciones y políticas agrarias después, hoy la vida del pastor (el real, no el de los cuentos) ha cambiado mucho. Aunque sigue existiendo la práctica del pastoreo, algunos ganaderos/pastores compran o alquilan terrenos, los vallan y dejan allí el ganado... No siempre, porque el pasto se agota. Incluso algunos prefieren tener a los animales estabulados y alimentarlos a base de pienso, alternativa más cómoda y garante de unos estándares, aunque también más cara. Además, gracias a la generalización del ordeño automático tampoco tienen la necesidad de ordeñar a mano como antaño. Así ahorran tiempo y se evitan malformaciones en los dedos de las manos, como las que luce el David de Miguel Ángel. Eso sí, confiesa un amigo orgulloso de ser pastor -tan orgulloso como lo está Eugenio, el pastor que saltó a la fama por sus intervenciones en la Cadena Ser-, siguen sintiendo la misma satisfacción al comer lo prohibido (bueno, ellos no, sus ovejas). Porque no hay placer como adentrarse en terreno ajeno para ‘tomar prestados’ algunos frutos de remolacha o unas mazorcas de maíz; eso sí, sin pasarse. Y siguen sintiendo la misma impotencia cuando un lobo se ceba con su rebaño. Y la misma libertad cuando están al aire libre sin nadie que les pida cuentas, una sensación que muchas veces añoramos el resto de los mortales.

Un pastor (de verdad) con sus ovejas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Eugenio el de Robladillo es mi héroe, da gusto oirle hablar, cabal, sencillo y directo.

Sigue así Marta.

Camino.

Luis dijo...

Hola Marta,

Añadir que en el Parque Nacional de los Picos de Europa, en el Concejo de Onís organizan durante los meses de verano una escuela de pastoras. Aparte de el manejo del ganado, aprenden a elaborar queso de Gamonedo.

¡Feliz 2012 y que el ritmo "postero" no pare!

Marta Frechilla dijo...

¿Pero la escuela es para entretenerse, como María Antonieta, o para labrarse un futuro de verdad, como Rogelio el pastor?

Anónimo dijo...

¿Y dónde se apunta una a esa escuela? Humm, paisaje inmejorable, aire libre y además el queso. ¡¡Qué bien suena!!

Camino.

Luis dijo...

Buenas,

No, de entretenerse nada, van a currar y a prepararse. Para apuntarse podrías ponerte en contacto con el Ayuntamiento de Onís (ubicado en Benia).

Precisamente un excompañero (ingeniero industrial) está pensando ir este año a formarse, pues tiene un proyecto para elaborar y comercializar quesos artesanos.

Lo del queso, aparte de rico, es una fuente de ingresos "cojonuda", pues tiene un precio de unos 24,00.-€/kilo.

¡Buen finde!