lunes, 19 de noviembre de 2012

Abejas en peligro de extinción


La población de estos insectos imprescindibles para la vida del planeta ha caído en las últimas décadas, entre otros motivos debido al cambio climático, el uso de fitosanitarios agrícolas, las señales de los teléfonos móviles y enfermedades como la varroasis

 

 
Seguro que se han hecho alguna vez esta pregunta: ¿Existiría el planeta Tierra sin la raza humana? Sin consultar fuente alguna, me aventuro a responder que “sí” y, además, a hacerlo con rotundidad. Incluso me atrevo a decir que sería un mundo mucho mejor. El hombre es un ser inteligente, capaz de hacer cosas bellas, de progresar. Pero de su mano también llegan la mayoría de los desequilibrios. Baste un solo ejemplo, la búsqueda de fuentes energéticas y su combustión, para explicar uno de los fenómenos más negativos que sufre el planeta: el calentamiento global y el cambio climático.

Y precisamente el cambio climático, y más concretamente la sequía y la desertización, son una de las circunstancias que explican la disminución de la población de abejas en todo el mundo. Este año la falta de lluvias ha provocado que en julio, a mitad de campaña, la producción de miel en España cayera un 70%. La sequía obliga a las abejas a trabajar más para conseguir alimento y ese esfuerzo acorta considerablemente su vida. Y sin ellas, sin ese ser tan pequeño pero tan bien organizado, no habría mundo. Es probable que lo hayan aprendido en la escuela o, como yo, en un documental. Si vimos el mismo, recordarán cómo un grupo de jardineros chinos intentaba imitar el trabajo de las abejas, prácticamente desaparecidas de la zona. Con unas plumas, se afanaban en polinizar los árboles frutales. ¡Difícil reproducir artificialmente la labor de estos insectos!

La sequía también afecta a la producción de miel.
Si el hombre es capaz de hacer cosas bellas y de progresar, las abejas hacen cosas perfectas. Observen las celdas de una colmena. Hacen cosas imprescindibles: mantienen el equilibrio del planeta con su poder polinizador, de flor en flor y como si no quiere la cosa... Así que cuando su población cae, lo sufrimos todos. De hecho es una de las causas, entre otras muchas, que explican que el oso pardo cantábrico y el urogallo estén en peligro de extinción. Las abejas desaparecen, no polinizan y eso provoca que retroceda el hábitat donde viven ambas especies. Por eso el Fapas (Fondo para la Protección de los Animales Salvajes)  puso en marcha un proyecto para incrementar la superficie arbolada y de sotobosque de arandanera y así aumentar el área de alimentación y refugio de ambas especies.

Es otro de los efectos de la falta de la polinización. Pero, ¿cuáles son las causas que explican el descenso de la población de abejas? Aparte del cambio climático, ya citado, otra es el uso de tratamientos fitosanitarios por parte de los agricultores. Probablemente vayan destinados a otras especies agresivas para los cultivos, pero  lamentablemente acaban llevándose por delante a las abejas. Entre las posibles alternativas, recogidas en un informe de la Consejería de Agricultura de Murcia, están realizar los tratamientos en horas de escasa actividad de las abejas y fuera de las épocas de floración. En caso de que no hubiera otro remedio porque las plagas o las enfermedades amenacen la cosecha, utilizar insecticidas inocuos para la especie. También evitar que se vean afectadas zonas cercanas, sobre todo si hay colmenas, y, por supuesto, decantarse por la agricultura ecológica, que prescinde de este tipo de tratamientos. A los apicultores también se les aconseja que informen a los agricultores cercanos y que tengan en cuenta el radio de acción de las abejas a la hora de instalar sus colmenas. 

La varroa.
Otra de las causas de su descenso es la varroasis, una epidemia que afecta a las abejas melíferas y que es provocada por un ácaro (varroa) que las parasita y absorbe su hemolinfa, su sangre. Esta plaga iniciada en Filipinas provoca la pérdida de colmenas y es una de las mayores amenazas para las explotaciones apícolas. A España llegó en los años 80 y, desde entonces, los esfuerzos se han centrado en el control del parásito, ya que su erradicación es muy difícil.

Por si fueran pocas las amenazas, hay investigaciones que apuntan a que los teléfonos móviles y las antenas de telefonía también son nocivos para las abejas. Las señales que producen estos dispositivos durante una conversación desorientan a los insectos hasta llevarlos a la muerte. En presencia de un teléfono, las abejas producen con el zumbido de sus alas hasta diez veces más ruido del que hacen en condiciones normales, lo que es interpretado por la colonia como una señal de alarma que urge a abandonar la colmena. La colonia se desorienta sin remedio, lo que acarrea trágicos resultados para sus miembros.      

Móviles, varroasis, cambio climático u otros motivos. Los apicultores salmantinos no tenían muy claro qué provocaba la mortandad de las abejas y la merma de su productividad. Este mismo año la asociación que los aglutina ha puesto en marcha una novedosa investigación para dar con las causas de un problema que se ha venido agravando desde 2004. Consiste en la implantación de microchips en el tórax de las abejas. Estos dispositivos informan sobre cuándo entra y cuándo sale cada una de ellas y, en caso de que no vuelva a la colmena, por qué ha muerto.

 Esperemos que haya más proyectos para conseguir el mantenimiento de las colmenas. Hacen falta más gestos. Por si sirve de algo, cuando vean una abeja y teman su picadura, ignórenla, retírense, no se interpongan en su camino, pero, por favor, no la maten (a no ser que no quede otro remedio). Piense que de ella depende nuestro futuro.

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