sábado, 26 de mayo de 2012

Ovejas 'cortacésped'

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El diccionario de la Real Academia Española define simbiosis como «asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, sobre todo si los simbiontes sacan provecho de la vida en común». Esta semana hemos sido testigos de una simbiosis entre la vida rural y la urbana: un rebaño de 400 ovejas ‘limpiará’ durante aproximadamente un mes el Parque del Agua de Zaragoza. El pastor se ahorra el forraje y el ayuntamiento de la capital aragonesa, 6.000 euros en tareas de limpieza, abono y adecuación del terreno. Todos salen ganando con esta iniciativa que, aunque nos puede resultar novedosa, es habitual en el campo, donde muchas veces los rebaños comen los restos de la cosecha. Ellas se alimentan  'de gorra' mientras limpian el terreno al agricultor.



Las ovejas pastan en el Parque del Agua de Zaragoza. / FOTO: Red Aragón
No, no es tan extraño ver un rebaño de ovejas en la ciudad. Cada año contemplamos en los medios de comunicación imágenes de las que atraviesan Madrid en la llamada Fiesta de la Trashumancia. Lo que es raro es ver a una sola y, además, atada de una cuerda como si fuera un perro. Yo la vi en Oviedo, un día que iba al trabajo. Como acababa de comer y todavía estaba despertando de la modorra digestiva, no me creía lo que estaba viendo: un hombre paseando una oveja, como el que pasea un perro. Volví a mirar por si la había confundido con un caniche, pero no: era una oveja. Ahora la escena, lejana en mis recuerdos, vuelve a mi mente como una fantasía onírica, y por absurda, la confundo con un sueño.

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Estos días, los zaragozanos pueden contemplar a un rebaño de ovejas a diez minutos del centro de la ciudad, a la sombra de los edificios construidos para la Expo 2008. Y esto no es un sueño. Desde esta misma semana, unas 400 reses pastan a sus anchas en el soto del Parque del Agua. Como su director, Rodolfo Soler, comentó en el programa España Directo de Radio Nacional de España (puede escucharlo en el minuto 08:24 del podcast), el objetivo de la iniciativa es acercar la ganadería a los usuarios del parque, pero también llevar a cabo un corte ecológico de la hierba. Vamos, que las ovejas hacen de cortacésped y permiten la regeneración del parque. En una primera pasada, se comen lo mejor. Porque como dice su pastor, José Pellejero, «hablar no hablan, pero saber, saben mucho»­. En la segunda, acaban con lo que han dejado en la primera. En total estarán unos 20 días porque si estuvieran más tiempo el soto se agostaría.

Con esta iniciativa, el pastor se ahorra el forraje y el ayuntamiento de la capital aragonesa, 6.000 euros en tareas de limpieza, abono y adecuación del terreno. Antes tenían que cortarla con medios mecánicos y llevarla al vertedero. Ahora, con las ovejas ‘cortacésped’, se evitan esos procesos y su consiguiente impacto medioambiental. Y no sólo eso. Además de comer la hierba, las ovejas, con sus pisadas, asientan el terreno y, con sus excrementos, lo abonan y fertilizan de manera ecológica. También, al comerse la maleza acumulada, evitan incendios, como publica El Heraldo de Aragón. En fin, que todos ganan con esta iniciativa, que ya se había llevado a cabo en octubre y que, vistos sus resultados, el Parque del Agua piensa repetir y mantener en el tiempo.
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Vamos, que no es tan descabellado cambiar el cortacésped por una cabritilla, algo que, entre bromas, nos habíamos planteado. Te evitas un trabajo, no consumes energía, tienes leche y, si me apuras, buena compañía. Aunque, como dice el pastor, no hable…

Pero ni esta idea ni la iniciativa aragonesa son nuevas. Así fue siempre el ciclo agrícola. Como una perfecta simbiosis, muchas veces los labradores acuerdan con los pastores que estos lleven su rebaño a ‘limpiar’ el terreno tras la cosecha. O les compran el abono para usarlo como fertilizante natural. Todos ganan en el cambio.

Probablemente uno de los que más partido le sacó fue un señor de la zona de Benavente que, según me han contado, hizo algo parecido en Suiza. Como tantos emigrantes, trabajaba en una fábrica. Pero sólo a él se le ocurrió, llevar a pastar a un rebañito a los jardines cercanos a la factoría. Las ovejas cortaban el césped y él las criaba gratis. Y así reunió dinero para cumplir su sueño de comprar un negocio a su vuelta a España. El cuento de la lechera, pero, en este caso, con final feliz.

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