sábado, 18 de agosto de 2012

Ganados 'cortafuegos'


Hace unos meses, hablamos de la iniciativa de las ovejas ‘cortacésped’ de Zaragoza. Al mismo tiempo que comían gratis, limpiaban de maleza el Parque del Agua. El ayuntamiento se ahorraba un dinero y, además, evitaba la propagación de incendios. En un verano en el que, por desgracia, los incendios son más protagonistas que nunca de la actualidad informativa, las autoridades deberían tomar nota. El origen del fuego puede estar en la chifladura de un pirómano sin escrúpulos o en el despiste de un ciudadano descuidado, en la sequía provocada por la escasez de lluvias y en la falta de medios contra incendios. Y la clave para aplacar todos estos factores propiciadores está en la prevención. También, en un buen desbrozado de los montes, una labor de la que, tradicionalmente, se ocupaban los pastores. O, mejor dicho, sus rebaños.        



 


Esta semana tenía programado hablar de fiestas. Pero, como muchas veces ocurre en periodismo, la actualidad, tozuda como es, te conduce por otros derroteros y te obliga a cambiar de tema. Y, además, por uno diametralmente opuesto al previsto: los incendios forestales. Por desgracia, son el pan nuestro de cada verano, a veces magnificada su repercusión mediática por la sequía informativa propia de estos meses.

Pero este año, desgraciadamente, por su número y dimensiones se han colado por derecho propio en las páginas de los periódicos y en las pantallas de nuestros televisores. Por citar sólo los más destacados, prendió la mecha en marzo el de Fragas de Eume (Coruña) , que siguió por Rasquera (Tarragona), Andilla (Valencia), Cortes de Pallás (Valencia), La Jonquera (Girona), Tenerife y La Gomera. La lista de siniestros es más larga, como aparece en la página de Greenpeace España, y sus consecuencias, devastadoras: una superficie quemada de más de 132.000 hectáreas, que en algunos casos afectó a espacios protegidos y que ha provocado la muerte de ocho personas.

Muchas otras han salvado la vida, pero no su hacienda. Y a todos se nos encoge el corazón cuando vemos a gente desesperada porque se ha quedado sin casa y, en algunos casos, sin medio de trabajo. Pero, he de confesarlo: llega un momento que la cantidad de información y de imágenes de devastación es tan grande, es tal el bombardeo, que ya no prestas atención. Sin embargo, esta misma semana, me paré a reflexionar y a ponerme en el pellejo de los gomeros que se han visto en la calle, porque su  vivienda se ha quedado reducida a cenizas. Y me he acordado de seres queridos, personas cercanas, que se quedaron absolutamente abatidas porque el fuego había consumido alguna dependencia de su casa o su casa al completo. Y me he acordado de su desconsuelo, de sus nervios y/o de su mirada perdida. La misma, o parecida, que tienen los afectados de La Gomera.

Pero no, no nos pongamos tristes. Hoy no se trata de hablar de catástrofes, sino de dar soluciones, que pasan por perseguir a los pirómanos y a los descuidados, por reforzar los medios humanos en la lucha contra incendios, por disponer de más hidroaviones… Pero, sobre todo, por la prevención. La falta de lluvias, de la que ya hemos hablado varias veces este año, está detrás de los incendios. Pero la chispa no prende si no hay maleza. Y, por lo que contaba una de las afectadas por los incendios, el entorno de las casas de La Gomera estaba ‘perdidito’ de ella.

Estos días hemos oído hablar mucho de la limpieza de los montes. Algunos oyentes de  Radio Nacional proponían contar con parados para desbrozarlos y habilitar cortafuegos. Puede ser. Pero hay otras soluciones. Seguro que algunos modernos las calificarían de ‘sostenibles’, como si hubieran descubierto la pólvora, cuando en realidad son de toda la vida. Como la que propuso otra oyente. La mujer, que curiosamente se disculpó por su ignorancia antes de hablar, dio una lección de sabiduría popular. Nos recordó cómo en su pueblo, en sus años mozos, los montes estaban limpios de maleza porque los pastores acudían allí con sus rebaños y los lugareños iban a recoger la leña. Así se mantenía el equilibrio natural, que hemos perdido porque también se ha perdido el pastoreo. Porque ya no hay pastores suficientes. Y menos ganadería que habrá si sigue convirtiéndose en un oficio en el que los gastos se ‘comen’ a los ingresos. Igual que las llamas se ‘comen’ el monte.

Un círculo vicioso. No hay ganadería, no hay limpieza. No hay limpieza, hay fuego. Hay fuego, no hay monte… ni riqueza, ni pastores, ni ganas de quedarse… Y así difícilmente habrá pueblos y, mucho menos, fiestas de las que hablar. Lo ven: al final todo conduce al mismo sitio. Pero, si queremos que siga siendo así, necesitamos que el círculo no se cierre, se rompa y, sobre todo, se limpie. Para poder celebrarlo y no llorar por el monte.

1 comentario:

Ana dijo...

Jo, has visto unos cipreses que son ingnífugos y que están investigando después de un fuego en Valencia? Soluciones en la misma naturaleza!!!